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El abismo entre freelancers y asalariados

Las diferencias en la carga tributaria y administrativa y los mejores beneficios en seguridad social marcan la brecha. ¿Ser asalariado o ser freelance? He ahí la cuestión. Si estás pensando en cambiar de trabajo para empezar a trabajar por cuenta propia o si buscas montar tu propio negocio, hay algo importante que contarte.


ILUSTRACIÓN: IVET RODRÍGUEZ
ILUSTRACIÓN: IVET RODRÍGUEZ

Cada una de estas modalidades de empleo tiene sus ventajas e inconvenientes, tanto para los candidatos como para los técnicos de selección de personal. Y en este artículo vamos a repasar las más importantes para que puedas tomar la mejor decisión. Empecemos por el principio.


Ser asalariado es la forma más común de empleo en México. Actualmente, el 74% de los trabajadores de nuestro país lo hacen para una empresa que paga su salario cada 15 de cada mes, según la última encuesta de población activa llevada a cabo por la Secretaría de Trabajo y Previsión Social.


Por otro lado, el 16% de los mexicanos han emprendido la aventura de trabajar como autónomos. Y decimos “aventura”, no sin motivo. Porque lanzarse a trabajar por cuenta propia puede suponer, sin duda, toda una vorágine de emociones. Pero claro, también es una experiencia de lo más gratificante. E incluso, dependiendo del sector, puede ser la única forma viable de encontrar un puesto de trabajo, digamos, estable.


Por los costos que implican contratar a un nuevo colaborador, la mayoría de las empresas consideran dos alternativas: el trabajador subordinado o el prestador de servicios independiente.


Quienes prestan un servicio personal subordinado a una persona física o moral están en un régimen laboral, pues están bajo el mando de ésta y tienen que obedecerla (subordinación).


Para distinguir este vínculo respecto de un servicio independiente hay que hacer varias precisiones. El trabajador usa las herramientas de la empresa, tiene un lugar dentro de ésta y debe cumplir con un horario previamente establecido.



De cumplirse con esto, el trabajador tiene derecho a un salario, aguinaldo, vacaciones, prima vacacional y dominical, día de descanso semanal, licencia de maternidad, paternidad o por adopción, periodo de lactancia, prima de antigüedad, prestaciones por renuncia o despido injustificado, utilidades y derecho a ser inscrito al Régimen Obligatorio del Seguro Social (ROSS), entre otras prestaciones y derechos que prevén la Ley Federal del Trabajo (LFT) y la Ley del Seguro Social (LSS).


Si una persona presta sus servicios de manera independiente (freelance) y su régimen fiscales de honorarios o asimilados, se presume que no es trabajador, sino autónomo; es decir, que fue contratado mediante un instrumento jurídico de naturaleza civil o mercantil para determinadas tareas y no hay una subordinación.


Por ejemplo un abogado o un transportista.


Las actividades a realizarse deben ser lícitas y hechas con las herramientas del profesionista, además de desempeñarse en la forma y el tiempo convenido. La remuneración percibida no es un salario.


Los que están en ese supuesto no gozan de la protección de las leyes laborales y de seguridad social, por lo que solo tienen derecho a la retribución por sus diligencias (honorarios), pero pueden inscribirse voluntariamente al ROSS (modalidad 44) y disfrutar de las bondades del IMSS, previo pago anual cercano a 9 mil 312.03 pesos.


Si se utiliza una contratación de esa naturaleza con el fin de disfrazar una relación laboral y evitar las cargas sociales, el acuerdo civil o mercantil no surte efecto, por lo tanto, el sujeto que realiza las actividades subordinadas es considerado trabajador y estará protegido por las leyes referidas.


Para ello, basta que el freelance demande el reconocimiento de la relación laboral ante la Junta de Conciliación y Arbitraje competente o que el Seguro Social haga una revisión.


El trabajo como autónomo o freelancer tiene una serie de ventajas, entre las que destaca la libertad de decidir cómo dedicar su tiempo.


Pero, ¿se gana más trabajando como freelance que como empleado? Pues parece que si. Como freelancer puedes esperar un aumento de tus ingresos en comparación con un asalariado.


Al final del día, ser freelancer o asalariado no es una batalla de qué modelo es mejor, sino una invitación a mirar hacia adentro y preguntarnos qué tipo de vida queremos construir.


Ambas formas de trabajo tienen sus luces y sombras. Mientras el freelance promete libertad, creatividad y la posibilidad de diseñar tus propios ritmos, también exige una gran dosis de disciplina, autogestión y tolerancia a la incertidumbre. No hay quincenas aseguradas ni horarios definidos, pero sí hay espacio para la reinvención constante, para la exploración profesional y, sobre todo, para crecer desde la autonomía.


Por otro lado, el empleo asalariado ofrece una estructura que puede ser reconfortante: ingresos regulares, prestaciones, estabilidad, y en muchos casos, una red de apoyo profesional que impulsa el desarrollo. Sin embargo, también puede volverse una jaula si lo que se busca es flexibilidad, creatividad o independencia. El confort de lo seguro a veces cobra un precio: el de postergar sueños, de perder conexión con el propósito o de encasillarse en una rutina que no inspira.


Lo verdaderamente relevante no es el formato del trabajo, sino cómo se alinea con nuestras necesidades, metas y valores personales. ¿Qué estás dispuesto a ganar y a perder? ¿Qué te hace sentir realizado? ¿Desde dónde quieres construir tu carrera y tu estilo de vida?


Porque más allá de los pros y contras, lo importante es tener la claridad de que cualquier camino que elijas debe acercarte a la vida que imaginas para ti. Tal vez se trate de combinar lo mejor de ambos mundos, o de ir cambiando con el tiempo. Lo esencial es que la elección no se tome por inercia, sino con conciencia.


El futuro del trabajo ya no se define por etiquetas, sino por decisiones auténticas.


Y recuerda: tu trabajo no te define, pero sí puede ser una extensión poderosa de quién eres. No se trata solo de cómo ganas dinero, sino de cómo decides vivir tus días. Si eliges la libertad del freelance, que sea con pasión y propósito. Si prefieres la estabilidad del empleo, que sea con convicción y orgullo. Sea cual sea el camino, que nunca te falte el sentido de dirección, la capacidad de reinventarte y el valor de hacer elecciones que honren tu historia, tus talentos y tus sueños. Porque al final, más que freelancer o asalariado, lo importante es ser dueño de tu propio destino.

 
 
 

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